Santa Cruz | Ante un posible aumento gradual del precio de la gasolina y del diésel, propuesto por el presidente del Estado, Evo Morales, los analistas ponen la lupa en este tema y consideran que puede ser de dos formas: debe igualar el porcentaje del alza salarial u oscilar entre el 5% y el 30%.
Las dos propuestas apuntan a evitar que la espiral inflacionaria golpee la economía de los hogares bolivianos y que los sectores sociales más vulnerables no rechacen esta medida.
Mauricio Medinaceli, exministro de Hidrocarburos, señaló que el Estado ya no puede seguir destinando millones de dólares para la compra de combustible, por lo que considera que es factible subir el precio de la gasolina y del diésel un 30%, algo que ya se hizo hace dos décadas y la economía tuvo la capacidad de absorberlo.
Para el experto tarijeño Gabriel Gaite, el 5% es un porcentaje adecuado para llevar adelante esta medida, a la que considera de corto plazo. Además, indicó que el gran pr oblema es que no hay una política para incentivar la producción de líquidos ni un cambio de la matriz energética para pasar a usar de forma masiva el Gas Natural Vehicular (GNV), que es más barato.
Similar criterio tuvo el analista, Marcelo Campero, que señaló que en un mercado abierto no se puede seguir distorsionando los precios y que el alza de los carburantes debe ser similar al porcentaje de la mejora salarial.
Los mismo opinó el expresidente del Colegio de Economistas de Santa Cruz, Teófilo Caballero, que subrayó que cualquiera que sea el monto de aumento de los combustibles, este nunca debe superar el alza salarial, pues eso perjudicaría a los trabajadores.
Para el economista Carlos Schlink, el dejar de lado gradualmente la subvención de los combustibles es un paliativo fiscal, pero que no soluciona el déficit en la producción de petróleo y que si eso no se mejora se seguirá recurriendo al exterior para cubrir la demanda nacional.
Las dos propuestas apuntan a evitar que la espiral inflacionaria golpee la economía de los hogares bolivianos y que los sectores sociales más vulnerables no rechacen esta medida.
Mauricio Medinaceli, exministro de Hidrocarburos, señaló que el Estado ya no puede seguir destinando millones de dólares para la compra de combustible, por lo que considera que es factible subir el precio de la gasolina y del diésel un 30%, algo que ya se hizo hace dos décadas y la economía tuvo la capacidad de absorberlo.
Para el experto tarijeño Gabriel Gaite, el 5% es un porcentaje adecuado para llevar adelante esta medida, a la que considera de corto plazo. Además, indicó que el gran pr oblema es que no hay una política para incentivar la producción de líquidos ni un cambio de la matriz energética para pasar a usar de forma masiva el Gas Natural Vehicular (GNV), que es más barato.
Similar criterio tuvo el analista, Marcelo Campero, que señaló que en un mercado abierto no se puede seguir distorsionando los precios y que el alza de los carburantes debe ser similar al porcentaje de la mejora salarial.
Los mismo opinó el expresidente del Colegio de Economistas de Santa Cruz, Teófilo Caballero, que subrayó que cualquiera que sea el monto de aumento de los combustibles, este nunca debe superar el alza salarial, pues eso perjudicaría a los trabajadores.
Para el economista Carlos Schlink, el dejar de lado gradualmente la subvención de los combustibles es un paliativo fiscal, pero que no soluciona el déficit en la producción de petróleo y que si eso no se mejora se seguirá recurriendo al exterior para cubrir la demanda nacional.
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