La ventaja de Bolivia frente a países vecinos es su territorio, donde existe y se conserva una variedad ilimitada de especies nativas de maníes. Esta variedad se transforma en la riqueza genética que, a la larga, puede constituirse en una herramienta vital para ampliar la producción, abrir mercados internacionales y subir la tasa de exportación.
Con miras de alcanzar esa meta, la Fundación Valles con el apoyo financiero de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (Usaid-Bolivia) se encarga de la ejecución de más de 22 proyectos, así como de otorgar asistencia técnica, capacitación a productores, innovaciones tecnológicas y asesoramiento en la apertura de mercados.
Desde el inicio del proyecto maní (2003), la cadena de producción, sobre todo del maní orgánico, se ha ampliado y ya integra 20 municipios del país en los departamentos de Chuquisaca, Cochabamba, Potosí, Santa Cruz y Tarija.
Ricardo Alem, gerente de Desarrollo Institucional, explica que el inicio de dicha cadena se centralizó, primero en cuatro zonas: Mizque y Aiquile en Cochabamba, Padilla en Chuquisaca e Icla-Betanzos en Chuquisaca y Potosí. El enfoque principal, según Alem, fue mejorar las condiciones del manejo integrado del cultivo, al ser el maní una especie autóctona boliviana y con gran potencial de mercado. Otra razón para aportar al mejoramiento de las especies es que el maní se ha convertido en un producto rubro que, por una parte, cubre las necesidades de seguridad alimentaria de las familias productoras, y por otra es muy cotizado en mercados internacionales como producto esencial en confitería, snack e industria.
Por todo ello, la fundación Valles realizó el pasado fin de semana la Segunda Cumbre Nacional de Productores de Maní Orgánico en las poblaciones de Mizque y Aiquile. En la actividad participaron 15 expositores y alrededor de 160 productores de diferentes partes del país incluidas autoridades municipales que asistieron en repre sentación de sus municipios.
Una de las falencias del país, de acu erdo a la percepción de Faustino Fermín, responsable del Programa Maní, es que carece de capacidad de producción para competir en el mercado internacional. Un ejemplo es que Bolivia, con 20 municipios participantes produce 300 toneladas de maní al año, la misma cantidad que logra un solo productor argentino.
Por esa razón, la herramienta para competir se proyecta al mejoramiento de la producción orgánica, “un potencial real de exportación porque al contar con sello orgánico, otorgado por entidades de certificación, garantizamos un producto totalmente natural, sin aditivos químicos y con alta ventaja alimenticia”, explica.
Bolivia empezó a exportar maní hace tres años. La fundación promovió una alianza comercial entre las asociaciones que operan en la parte productiva, una es la empresa Agrinut, empresa boliviana que tiene un nexo con la empresa holandesa Intersnacks. A través de esa alianza, se hicieron exportaciones de maní durante dos años consecutivos a H olanda. Una experiencia similar se dio con Japón, mercado que se pretende recuperar, y existen altas posibilidades de exportar a Europa.
Con miras de alcanzar esa meta, la Fundación Valles con el apoyo financiero de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (Usaid-Bolivia) se encarga de la ejecución de más de 22 proyectos, así como de otorgar asistencia técnica, capacitación a productores, innovaciones tecnológicas y asesoramiento en la apertura de mercados.
Desde el inicio del proyecto maní (2003), la cadena de producción, sobre todo del maní orgánico, se ha ampliado y ya integra 20 municipios del país en los departamentos de Chuquisaca, Cochabamba, Potosí, Santa Cruz y Tarija.
Ricardo Alem, gerente de Desarrollo Institucional, explica que el inicio de dicha cadena se centralizó, primero en cuatro zonas: Mizque y Aiquile en Cochabamba, Padilla en Chuquisaca e Icla-Betanzos en Chuquisaca y Potosí. El enfoque principal, según Alem, fue mejorar las condiciones del manejo integrado del cultivo, al ser el maní una especie autóctona boliviana y con gran potencial de mercado. Otra razón para aportar al mejoramiento de las especies es que el maní se ha convertido en un producto rubro que, por una parte, cubre las necesidades de seguridad alimentaria de las familias productoras, y por otra es muy cotizado en mercados internacionales como producto esencial en confitería, snack e industria.
Por todo ello, la fundación Valles realizó el pasado fin de semana la Segunda Cumbre Nacional de Productores de Maní Orgánico en las poblaciones de Mizque y Aiquile. En la actividad participaron 15 expositores y alrededor de 160 productores de diferentes partes del país incluidas autoridades municipales que asistieron en repre sentación de sus municipios.
Una de las falencias del país, de acu erdo a la percepción de Faustino Fermín, responsable del Programa Maní, es que carece de capacidad de producción para competir en el mercado internacional. Un ejemplo es que Bolivia, con 20 municipios participantes produce 300 toneladas de maní al año, la misma cantidad que logra un solo productor argentino.
Por esa razón, la herramienta para competir se proyecta al mejoramiento de la producción orgánica, “un potencial real de exportación porque al contar con sello orgánico, otorgado por entidades de certificación, garantizamos un producto totalmente natural, sin aditivos químicos y con alta ventaja alimenticia”, explica.
Bolivia empezó a exportar maní hace tres años. La fundación promovió una alianza comercial entre las asociaciones que operan en la parte productiva, una es la empresa Agrinut, empresa boliviana que tiene un nexo con la empresa holandesa Intersnacks. A través de esa alianza, se hicieron exportaciones de maní durante dos años consecutivos a H olanda. Una experiencia similar se dio con Japón, mercado que se pretende recuperar, y existen altas posibilidades de exportar a Europa.
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