En la Zona Franca de Iquique (Zofri) hay tal diversidad de vehículos en cuanto a precios, modelos y calidades que es difícil clasificarlos. Sin embargo, puestos en Iquique todos tienen en común que son absolutamente legales. Cobran el estatuto de “ilegal” cuando ingresan a territorio nacional sin cumplir con las leyes bolivianas.
Veamos un ejemplo. Cinco mil dólares cuesta un vehículo de calidad mediana modelo 2003 (su ingreso está prohibido a Bolivia) con el volante a lado derecho. La transformación a lado izquierdo tiene un precio de 300 dólares si es para ingresar a Bolivia.
El transporte legal en tráiler desde Iquique hasta Cariquima (poblado chileno a 180 kilómetros de Iquique) por vehículo cuesta 200 dólares. Y desde ese caserío chileno escasamente poblado, los “chuteros” cobran 100 dólares por llevar el auto, conduciendo, hasta Challapata.
El transporte hasta Challapata incluye 100 dólares por combustible (la distancia varía entre 300 a 400 kilómetros aproximadamente según la ruta que tome el “chutero”). Y 80 dólares más que los precavidos contrabandistas prefieren tener en el bolsillo para pagar “posibles coimas” si son interceptados por policías y militares en la ruta.
El trato termina cuando el vehículo llega a Challapata. Sin tomar en cuenta el precio del vehículo, el contrabandista gastó 780 dólares que espera recuperar con la venta del “chuto” en el mismo poblado de Challapata o en las ciudades de Oruro y Cochabamba.
La travesía que va de Cariquima hasta Challapata es altamente peligrosa, según cuenta Albert, mecánico en los talleres de transformación y eventual “chutero” cuando la paga es buena,
Cariquima es el último destino de conductores de tráileres que transportan vehículos.
“Llegamos a la tres de la mañana a Cariquima y minutos antes ya encendemos los motores de los autos. Cuando se detiene el camión arrancamos inmediatamente , cada uno sigue una ruta diferente y como en racimo nos separamos. N o te podría decir cuantas hay (rutas). Hay veces que unos llegan en dos días a Challapata, otros tardan hasta una semana porque tratando de escapar de los COAS (policías del Control Operativo Aduanero) van por ríos y salares y a veces se pierden”, cuenta Albert.
Y es que la vasta planicie, carente de mínima vegetación donde el frío, el silencio y el polvo son los únicos habitantes, permite tales operaciones. Según el diario chileno La Tercera (junio 2011) existen 80 rutas que permiten llegar hasta Challapata.
Con una sonrisa burlona, Albert termina su relato: “A veces los chuteros también se pierden y dejan los vehículos abandonados en la ruta, claro que ya no es responsabilidad de los choferes”.
Veamos un ejemplo. Cinco mil dólares cuesta un vehículo de calidad mediana modelo 2003 (su ingreso está prohibido a Bolivia) con el volante a lado derecho. La transformación a lado izquierdo tiene un precio de 300 dólares si es para ingresar a Bolivia.
El transporte legal en tráiler desde Iquique hasta Cariquima (poblado chileno a 180 kilómetros de Iquique) por vehículo cuesta 200 dólares. Y desde ese caserío chileno escasamente poblado, los “chuteros” cobran 100 dólares por llevar el auto, conduciendo, hasta Challapata.
El transporte hasta Challapata incluye 100 dólares por combustible (la distancia varía entre 300 a 400 kilómetros aproximadamente según la ruta que tome el “chutero”). Y 80 dólares más que los precavidos contrabandistas prefieren tener en el bolsillo para pagar “posibles coimas” si son interceptados por policías y militares en la ruta.
El trato termina cuando el vehículo llega a Challapata. Sin tomar en cuenta el precio del vehículo, el contrabandista gastó 780 dólares que espera recuperar con la venta del “chuto” en el mismo poblado de Challapata o en las ciudades de Oruro y Cochabamba.
La travesía que va de Cariquima hasta Challapata es altamente peligrosa, según cuenta Albert, mecánico en los talleres de transformación y eventual “chutero” cuando la paga es buena,
Cariquima es el último destino de conductores de tráileres que transportan vehículos.
“Llegamos a la tres de la mañana a Cariquima y minutos antes ya encendemos los motores de los autos. Cuando se detiene el camión arrancamos inmediatamente , cada uno sigue una ruta diferente y como en racimo nos separamos. N o te podría decir cuantas hay (rutas). Hay veces que unos llegan en dos días a Challapata, otros tardan hasta una semana porque tratando de escapar de los COAS (policías del Control Operativo Aduanero) van por ríos y salares y a veces se pierden”, cuenta Albert.
Y es que la vasta planicie, carente de mínima vegetación donde el frío, el silencio y el polvo son los únicos habitantes, permite tales operaciones. Según el diario chileno La Tercera (junio 2011) existen 80 rutas que permiten llegar hasta Challapata.
Con una sonrisa burlona, Albert termina su relato: “A veces los chuteros también se pierden y dejan los vehículos abandonados en la ruta, claro que ya no es responsabilidad de los choferes”.
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