Según cifras de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) y el Fondo de Población de las Naciones Unidas (Unfpa), 16 por ciento de los jóvenes latinoamericanos no estudia ni trabaja y sólo 53 por ciento de los varones latinoamericanos de 20 a 24 años acabó la escuela secundaria; en el caso de las mujeres, el 59 por ciento.
Es importante notar el vínculo entre la educación que reciben y el acceso a oportunidades laborales, pues “la educación tiende a reproducir desigualdades socioeconómicas de los hogares de origen, lo que a su vez reproduce e incluso profundiza las brechas que enfrentan las y los jóvenes en el acceso al mercado laboral”.
Cuanta mayor cantidad de años de escolarización, mayores las posibilidades de conseguir un empleo de mayor salario: Un año más de colegio secundario en la vida de un joven representará un salario 15 por ciento superior. Del mismo modo, en las economías desarrolladas con mejores sistemas educativos, los jó venes realizan trabajos temporales o a tiempo parcial, mientras que en aquellos países en vías de desarrollo muchos jóvenes realizan trabajo familiar no remunerado en empresas o granjas familiares informales.
Si a la dificultad de acceso a la educación en jóvenes de bajos recursos, sumamos que una de cada 10 latinoamericanas de 15 a 19 años ha tenido hijos (14,8 por ciento en el caso del 20 por ciento más pobre de la población de esas edades), la posibilidad de acceder a un empleo se vuelve aún más remota.
Los sitios donde más se presenta este problema de los que ni estudian ni trabajan son aquellos donde coexisten fallas en las políticas inclusivas de los sistemas educativo y laboral.
Sin embargo, el tema de juventud y desempleo debería estar en la agenda mundial y no sólo latinoamericana, en tanto según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), en el ámbito mundial, más de 75 millones de jóvenes de 15 a 24 años estarán desempleados este año, 4 millones más que en el 2007.
Es importante notar el vínculo entre la educación que reciben y el acceso a oportunidades laborales, pues “la educación tiende a reproducir desigualdades socioeconómicas de los hogares de origen, lo que a su vez reproduce e incluso profundiza las brechas que enfrentan las y los jóvenes en el acceso al mercado laboral”.
Cuanta mayor cantidad de años de escolarización, mayores las posibilidades de conseguir un empleo de mayor salario: Un año más de colegio secundario en la vida de un joven representará un salario 15 por ciento superior. Del mismo modo, en las economías desarrolladas con mejores sistemas educativos, los jó venes realizan trabajos temporales o a tiempo parcial, mientras que en aquellos países en vías de desarrollo muchos jóvenes realizan trabajo familiar no remunerado en empresas o granjas familiares informales.
Si a la dificultad de acceso a la educación en jóvenes de bajos recursos, sumamos que una de cada 10 latinoamericanas de 15 a 19 años ha tenido hijos (14,8 por ciento en el caso del 20 por ciento más pobre de la población de esas edades), la posibilidad de acceder a un empleo se vuelve aún más remota.
Los sitios donde más se presenta este problema de los que ni estudian ni trabajan son aquellos donde coexisten fallas en las políticas inclusivas de los sistemas educativo y laboral.
Sin embargo, el tema de juventud y desempleo debería estar en la agenda mundial y no sólo latinoamericana, en tanto según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), en el ámbito mundial, más de 75 millones de jóvenes de 15 a 24 años estarán desempleados este año, 4 millones más que en el 2007.
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