El romance entre la ave q’oypita y el árbol de qhewiña está en riesgo. Aunque su amor es muy fuerte, tanto que ella no puede vivir sin él la qhewiña poco a poco la va abandonando dejándola sin protección ni alimento.
Conocida en el mundo como Poospiza garlepi, la q’oypita o puka q’ellitu es una ave de 17 centímetros que pertenece a la familia de las paseriformes –emberizidae–. Vive solamente en la cuenca del Tunari en Cochabamba y en Llallahuani, Potosí, según se informa en el Libro Rojo de la Fauna Silvestre de Vertebrados de Bolivia, que además asegura que “esta especie ha sido extirpada de varias localidades de su distribución histórica debido principalmente a la desaparición de cobertura vegetal”.
Según este libro de investigación científica, se estima que existen entre 400 y 4 mil ejemplares maduros que construyen sus nidos sobre los árboles de qhewiña, que poco a poco van desapareciendo del parque Tunari junto a otra veget ación de transición a los valles, con arbustos densos y espinosos por “el establecimiento de cultivos, ganado, extracción de leña y sustitución por plantaciones con especies exóticas”, relata el Libro Rojo.
La q’oypita utiliza a la qhewiña para construir los nidos en los que generalmente pone dos huevos de donde nacerán sus pichones, que son cuidados por ambos padres. “El parque enfrenta muchos problemas de índole ecológica, social y política”, sostiene la investigación científica.
Por el riesgo que corren tanto las aves como los árboles, la alcaldesa de Quillacollo, Carla Lorena Pinto, propuso la promulgación de una ordenanza que proteja a esta especie. Sin embargo, ésta todavía no pudo ser considerada en el órgano deliberante por los problemas políticos que existen en este municipio.
Además de estas medidas se realizó un acercamiento entre la Alcaldía de Quillacollo con la Fundación Armonía y el Proyecto de Conservación Poospiza Garle pi, que organizaron algunas exposiciones sobre esta ave en el teatro Teófilo Vargas.
A la muestra concurrieron cientos de niños de diferentes escuelas, quienes además de conocer más al pajarillo, participaron en un concurso de pintura.
Esta rara especie habita en las húmedas alturas del Tunari, a 3.500 metros sobre el nivel del mar.
Falta un registro sobre la cantidad de aves
Noemí Huanca, bióloga que estudió y observó a la Poospiza desde hace más de tres años, explicó que hasta ahora no se tiene un registro exacto sobre la cantidad de este tipo de aves que existe en el Tunari, sin embargo, reconoció que su número ha disminuido en gran proporción porque ya no existe en ciertos lugares como el municipio de Vacas, donde científicos extranjeros la divisaron hace décadas atrás. “Esta ave sólo puede vivir y anidar en los bosques de qhewiña y arbustos nativos, no así en bosques exóticos de eucaliptos y pinos. No puede vivir en áreas devastadas por los bosques como tampoco en áreas rocosas”, comentó. La bióloga dijo que la d iminuta ave puede ser observada con cierta dificultad en la zona de Ch’aqui Potrero, en San Miguel y Sanja Pampa.
Conocida en el mundo como Poospiza garlepi, la q’oypita o puka q’ellitu es una ave de 17 centímetros que pertenece a la familia de las paseriformes –emberizidae–. Vive solamente en la cuenca del Tunari en Cochabamba y en Llallahuani, Potosí, según se informa en el Libro Rojo de la Fauna Silvestre de Vertebrados de Bolivia, que además asegura que “esta especie ha sido extirpada de varias localidades de su distribución histórica debido principalmente a la desaparición de cobertura vegetal”.
Según este libro de investigación científica, se estima que existen entre 400 y 4 mil ejemplares maduros que construyen sus nidos sobre los árboles de qhewiña, que poco a poco van desapareciendo del parque Tunari junto a otra veget ación de transición a los valles, con arbustos densos y espinosos por “el establecimiento de cultivos, ganado, extracción de leña y sustitución por plantaciones con especies exóticas”, relata el Libro Rojo.
La q’oypita utiliza a la qhewiña para construir los nidos en los que generalmente pone dos huevos de donde nacerán sus pichones, que son cuidados por ambos padres. “El parque enfrenta muchos problemas de índole ecológica, social y política”, sostiene la investigación científica.
Por el riesgo que corren tanto las aves como los árboles, la alcaldesa de Quillacollo, Carla Lorena Pinto, propuso la promulgación de una ordenanza que proteja a esta especie. Sin embargo, ésta todavía no pudo ser considerada en el órgano deliberante por los problemas políticos que existen en este municipio.
Además de estas medidas se realizó un acercamiento entre la Alcaldía de Quillacollo con la Fundación Armonía y el Proyecto de Conservación Poospiza Garle pi, que organizaron algunas exposiciones sobre esta ave en el teatro Teófilo Vargas.
A la muestra concurrieron cientos de niños de diferentes escuelas, quienes además de conocer más al pajarillo, participaron en un concurso de pintura.
Esta rara especie habita en las húmedas alturas del Tunari, a 3.500 metros sobre el nivel del mar.
Falta un registro sobre la cantidad de aves
Noemí Huanca, bióloga que estudió y observó a la Poospiza desde hace más de tres años, explicó que hasta ahora no se tiene un registro exacto sobre la cantidad de este tipo de aves que existe en el Tunari, sin embargo, reconoció que su número ha disminuido en gran proporción porque ya no existe en ciertos lugares como el municipio de Vacas, donde científicos extranjeros la divisaron hace décadas atrás. “Esta ave sólo puede vivir y anidar en los bosques de qhewiña y arbustos nativos, no así en bosques exóticos de eucaliptos y pinos. No puede vivir en áreas devastadas por los bosques como tampoco en áreas rocosas”, comentó. La bióloga dijo que la d iminuta ave puede ser observada con cierta dificultad en la zona de Ch’aqui Potrero, en San Miguel y Sanja Pampa.
0 comentarios:
Publicar un comentario