Brasilia | La presidenta brasileña Dilma Rousseff manifestó ayer su intención de negociar, pero aclaró que aún ve lejana la ejecución del proyecto de la planta hidroeléctrica binacional con Bolivia sobre el río Madeira.
“Esa planta está en nuestro horizonte, pero exigirá mucha negociación antes de ser decidida, porque se tiene que decidir cómo dividir la energía”, declaró Rousseff en una entrevista con radioemisoras del estado de Rondonia, limítrofe con Bolivia.
Allí, Rousseff asistió al acto del inicio del desvío de aguas del río Madera hacia la planta hidroeléctrica de Santo Antonio, una de dos que construye Brasil en la frontera con Bolivia.
Para Rousseff “sería un avance” si se negocia durante su período de Gobierno, que concluye en diciembre de 2014, las condiciones para la construcción de la planta en la frontera con Bolivia.
Precisó que en Brasil no hay dificultades porque cuenta con una línea de transmisión desde la región d el río Madera hacia el resto del país, pero Bolivia no tiene, por lo cual Brasil tendría que comprar toda la energía que genere la planta binacional, denominada Guajará-Mirim.
Ése es uno de los puntos conflictivos en la negociación, explicó.
Dicha usina forma parte del complejo hidroeléctrico del río amazónico que fluye desde Bolivia hacia Brasil, formada por cuatro generadoras, una de ellas en Bolivia en la frontera y dos en Brasil, que ya están avanzadas.
En 2008, el expresidente de Brasil Luiz Inácio Lula da Silva propuso a su homólogo Evo Morales la construcción de una hidroeléctrica binacional.
De acuerdo con datos de Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Suramericana (Iirsa), la obra costaría unos 2 mil millones de dólares.
Rousseff destacó la importancia de aprovechar todos los proyectos de integración energética con los países vecinos, en particular Argentina y Bolivia que son los de mayor potencial.
Las hidroeléctricas de Sa nto Antonio y Jirau, en construcción en el lado brasileño del río, te ndrán una capacidad instalada conjunta de 6.450 megavatios y son consideradas vitales para atender el crecimiento de la demanda energética en Brasil.
Su construcción generó críticas de ambientalistas y grupos de derechos humanos en ambos países que alertaron del impacto ecológico negativo en la amazonia por la cercanía de obras con grupos indígenas.
“Esa planta está en nuestro horizonte, pero exigirá mucha negociación antes de ser decidida, porque se tiene que decidir cómo dividir la energía”, declaró Rousseff en una entrevista con radioemisoras del estado de Rondonia, limítrofe con Bolivia.
Allí, Rousseff asistió al acto del inicio del desvío de aguas del río Madera hacia la planta hidroeléctrica de Santo Antonio, una de dos que construye Brasil en la frontera con Bolivia.
Para Rousseff “sería un avance” si se negocia durante su período de Gobierno, que concluye en diciembre de 2014, las condiciones para la construcción de la planta en la frontera con Bolivia.
Precisó que en Brasil no hay dificultades porque cuenta con una línea de transmisión desde la región d el río Madera hacia el resto del país, pero Bolivia no tiene, por lo cual Brasil tendría que comprar toda la energía que genere la planta binacional, denominada Guajará-Mirim.
Ése es uno de los puntos conflictivos en la negociación, explicó.
Dicha usina forma parte del complejo hidroeléctrico del río amazónico que fluye desde Bolivia hacia Brasil, formada por cuatro generadoras, una de ellas en Bolivia en la frontera y dos en Brasil, que ya están avanzadas.
En 2008, el expresidente de Brasil Luiz Inácio Lula da Silva propuso a su homólogo Evo Morales la construcción de una hidroeléctrica binacional.
De acuerdo con datos de Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Suramericana (Iirsa), la obra costaría unos 2 mil millones de dólares.
Rousseff destacó la importancia de aprovechar todos los proyectos de integración energética con los países vecinos, en particular Argentina y Bolivia que son los de mayor potencial.
Las hidroeléctricas de Sa nto Antonio y Jirau, en construcción en el lado brasileño del río, te ndrán una capacidad instalada conjunta de 6.450 megavatios y son consideradas vitales para atender el crecimiento de la demanda energética en Brasil.
Su construcción generó críticas de ambientalistas y grupos de derechos humanos en ambos países que alertaron del impacto ecológico negativo en la amazonia por la cercanía de obras con grupos indígenas.
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