Moscatel, Cardinal, Queen rose, Cabernet sauvignon, Italia y Shirac son cinco nombres de al menos 50 variedades de plantines de uva que una familia injerta desde hace 15 años en Chocloca, al suroeste de Tarija, en su “Vivero Agrofrutícola El Carmen SRL”.
Este negocio empresarial es familiar, dice Gonzalo Pinedo, gerente general, junto a su padre Francisco, del vivero que produce más de 80 mil plantines al año con un 60 por ciento de éxito. La compañía comercializa en zonas como Vallegrande, Villamontes, Yacuiba, Cochabamba y, por supuesto, el valle tarijeño.
Durante el proceso utilizan diferentes tecnologías como las cámaras de baja y alta temperatura, cera de prendimiento, hormonas, sustratos de crecimiento y otras aplicadas por un personal calificado, explica Pinedo.
Como todo emprendimiento el arranque fue difícil, dice. Eran tiempos en los que abundaba la filoxera (parásito de la vid), no había empresas que desarrollen plantines y casi todo el proceso lo hacían con base en el método “prueba- error”.
“Antes no había administración contable, actualmente tenemos un directorio, hay más de 30 trabajadores con mano de obra calificada, implementamos las cámaras y ya están quedando chicas”, señala.
Ante la necesidad de mejorar la producción, la familia Pinedo solicitó en 2008 ayuda a la Fundación Valles que invirtió un 50 por ciento del costo total para la adquisición de equipos, la capacitación del personal y el restante 50 por ciento puso la familia en contraparte, mediante un crédito comercial.
Este negocio empresarial es familiar, dice Gonzalo Pinedo, gerente general, junto a su padre Francisco, del vivero que produce más de 80 mil plantines al año con un 60 por ciento de éxito. La compañía comercializa en zonas como Vallegrande, Villamontes, Yacuiba, Cochabamba y, por supuesto, el valle tarijeño.
Durante el proceso utilizan diferentes tecnologías como las cámaras de baja y alta temperatura, cera de prendimiento, hormonas, sustratos de crecimiento y otras aplicadas por un personal calificado, explica Pinedo.
Como todo emprendimiento el arranque fue difícil, dice. Eran tiempos en los que abundaba la filoxera (parásito de la vid), no había empresas que desarrollen plantines y casi todo el proceso lo hacían con base en el método “prueba- error”.
“Antes no había administración contable, actualmente tenemos un directorio, hay más de 30 trabajadores con mano de obra calificada, implementamos las cámaras y ya están quedando chicas”, señala.
Ante la necesidad de mejorar la producción, la familia Pinedo solicitó en 2008 ayuda a la Fundación Valles que invirtió un 50 por ciento del costo total para la adquisición de equipos, la capacitación del personal y el restante 50 por ciento puso la familia en contraparte, mediante un crédito comercial.
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