La Paz |
Los cultivos transgénicos “son una herramienta”, por lo tanto ni buenos ni malos, sino útil para asegurar la sostenibilidad de la alimentación para el mundo, afirmó ayer enfático el subsecretario de Ganadería, Agricultura y Pesca de Uruguay, Enzo Benech.
Uruguay comenzó a producir soya transgénica en 1997 con un cultivo de 8.000 hectáreas, 15 años después, está por encima de un millón de hectáreas. En tanto que siembra maíz transgénico desde el 2004, empezó con 23.300 hectáreas y subió hasta 157.000 para este año, dijo Benech en el marco del foro “Biotecnología para una agricultura sostenible inclusiva”, realizado ayer en La Paz.
Ese crecimiento está acompañado por una estricta regulación, afirmó la autoridad uruguaya al indicar que el Instituto Nacional de Semillas (Inase) de su país realiza las tareas de control, monitoreo y fiscalización del cumplimiento de las medidas de bioseguridad.
Del otro lado de la moneda, organizaciones sociales de Bolivia exigen la vigencia de la ley que prohíbe la producción y hasta importación de transgénicos. Los productores aseguran que si la soya transgénica es paralizada el primer afectado será el consumidor pues la carne de pollo subirá sin control.
En el evento, que tuvo entre sus organizadores al Instituto Boliviano de Comercio Exterior (IBCE) y a la Asociación Nacional de Productores de Oleaginosas (Anapo), Benech dijo que Bolivia está rodeada de países productores de alimentos transgénicos. En Brasil la superficie sembrada con semillas genéticamente mejoradas de soya, algodón y maíz está en 28,68 millones de hectáreas, en Argentina 23,7 millones de hectáreas con los tres productos.
En Paraguay está en 2,8 millones de hectáreas, en tanto que Uruguay ya supera 1,1 millón de hectáreas. En el país, sólo hay autorización para cultivar la soya transgénica.
Los cultivos transgénicos “son una herramienta”, por lo tanto ni buenos ni malos, sino útil para asegurar la sostenibilidad de la alimentación para el mundo, afirmó ayer enfático el subsecretario de Ganadería, Agricultura y Pesca de Uruguay, Enzo Benech.
Uruguay comenzó a producir soya transgénica en 1997 con un cultivo de 8.000 hectáreas, 15 años después, está por encima de un millón de hectáreas. En tanto que siembra maíz transgénico desde el 2004, empezó con 23.300 hectáreas y subió hasta 157.000 para este año, dijo Benech en el marco del foro “Biotecnología para una agricultura sostenible inclusiva”, realizado ayer en La Paz.
Ese crecimiento está acompañado por una estricta regulación, afirmó la autoridad uruguaya al indicar que el Instituto Nacional de Semillas (Inase) de su país realiza las tareas de control, monitoreo y fiscalización del cumplimiento de las medidas de bioseguridad.
Del otro lado de la moneda, organizaciones sociales de Bolivia exigen la vigencia de la ley que prohíbe la producción y hasta importación de transgénicos. Los productores aseguran que si la soya transgénica es paralizada el primer afectado será el consumidor pues la carne de pollo subirá sin control.
En el evento, que tuvo entre sus organizadores al Instituto Boliviano de Comercio Exterior (IBCE) y a la Asociación Nacional de Productores de Oleaginosas (Anapo), Benech dijo que Bolivia está rodeada de países productores de alimentos transgénicos. En Brasil la superficie sembrada con semillas genéticamente mejoradas de soya, algodón y maíz está en 28,68 millones de hectáreas, en Argentina 23,7 millones de hectáreas con los tres productos.
En Paraguay está en 2,8 millones de hectáreas, en tanto que Uruguay ya supera 1,1 millón de hectáreas. En el país, sólo hay autorización para cultivar la soya transgénica.
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